ARQUITECTURA

Arquitectura popular

            El municipio de Casavieja conserva aún vestigios de su pasado a través de algunas muestras de arquitectura popular, tanto en su Casco Antiguo como diseminadas por el suelo rústico del municipio. El carácter espontáneo de estas construcciones, surgido de las necesidades de sus habitantes y de su adaptación a la orografía del terreno, son parte del encanto del pueblo, que preserva así una parte importante de sus orígenes.

            Las construcciones tradicionales de Casavieja se esconden bajo un urbanismo irregular y caótico lleno de calles estrechas y trazados curvilíneos, pero guardan sin embargo muchas similitudes que les confieren cierta armonía de conjunto, y que se deben, en parte, a la actividad agrícola y ganadera históricamente predominante, así como al clima benigno que caracteriza al Valle del Tiétar en la cara sur de la Sierra de Gredos.

Iglesia y cartel de bienvenida a Casavieja

Viviendas tradicionales

            Construidas con los materiales del lugar, las viviendas tradicionales casavejanas solían contar con una planta baja sólida levantada sobre muros de mampostería, en la que el espacio se dedicaba principalmente a las labores de sustento familiar, ya fuera la cría de animales productivos o el desarrollo de oficios artesanos, siendo habitual contar con una parte delantera más accesible y abierta a la calle, destinada a la guarda de los animales y aperos de labranza, y una parte trasera más oscura y fresca que hacía las veces de bodega y lagar, y en las que a día de hoy aún se pueden encontrar antiguas tinajas y cántaros.

           La planta primera, destinada a vivienda, se construía habitualmente con forjados de cuartones y tablas de ripia de madera, y muros de adobe y pies derechos de madera, y solía distribuirse en torno a un espacio central con chimenea que hacía las veces de cocina y calentaba todas las estancias. Era habitual también, en esta planta, ganar o perder alguna habitación con respecto a la vivienda colindante, en función del número de ocupantes de cada familia, especialmente cuando las casas se construían a la vez y compartían su estructura. En fachada, no podía faltar la tradicional balconada de madera, quizá el rasgo más característico de la arquitectura local, que solía engalanarse con flores y adornos en las festividades locales. Contaba, en un lateral, con un pequeño espacio cerrado o letrina, con un agujero en el suelo, que permitía “evacuar” las aguas negras hacia la vía pública, pues no es hasta mediado el siglo XX que se contó con red de alcantarillado en las calles del casco urbano. Hoy día, pese a la rehabilitación de muchas de estas viviendas, se ha conservado este espacio en muchos de los balcones, si bien se utiliza ya como un espacio de almacenaje.

            Finalmente, la cubierta, se levantaba con vigas, rollizos y tablas de ripia de madera sobre las que se disponía la cubrición de teja árabe. Este espacio de altura variable, comúnmente llamado “sobrao”, servía tanto de almacén de los enseres domésticos como de despensa, para colgar y secar los embutidos de la matanza, o almacenar los productos de temporada de los huertos locales.

Balcones en viviendas tradicionales

Pajares, molinos y refugios

            Si hablamos de arquitectura popular característica de Casavieja, no podemos olvidar las construcciones tradicionales en suelo rústico, tales como pajares, molinos o refugios.

            Los pajares, construidos con muros de piedra del lugar y cubiertas de madera y teja árabe, se pueden encontrar tanto en el casco urbano como en las zonas del centro y sur del pueblo. Son construcciones generalmente destinadas al almacenaje agrícola y ganadero, de una sola planta y cubierta de geometría sencilla a una o dos aguas, y suelen tener un porche delantero o portalera en el que se disponían los comederos y bebederos, así como pequeños corrales anexos para los animales. Aquellos ubicados en suelo rústico solían encontrarse en zonas más o menos llanas, alejadas de la sierra, más accesibles y propicias para que paste el ganado, y era frecuente que se agrupasen varios de ellos entre sí, formando incluso pequeños núcleos o barrios, siendo uno de los asentamientos más significativos el denominado Barrio Bajo, en la parte sur del casco antiguo.

Pajares en el Puente Alto

             Los molinos de agua se situaban junto a arroyos y gargantas, y aprovechaban los saltos de agua para mover las muelas, triturando así los cereales para producir harina. Ya en desuso, algunos de ellos se han rehabilitado como refugios o viviendas rurales. La principal muestra de estas construcciones la encontramos en la llamada Ruta de los Molinos, que recorre la garganta de la Cereceda al sureste del casco urbano. 

Refugio de Majamel

            Los refugios son construcciones esporádicas y aleatorias, sin un patrón definido, que se erigían en la sierra para dar cobijo a pastores y resineros e incluso, en ocasiones, han podido ser escondite de forajidos. Desde algunas construcciones de piedra más elaboradas, que cuentan con su propia chimenea para encender un fuego en el interior, hasta otras que son poco más que cuevas acondicionadas al abrigo de la roca, estos asentamientos constituyen, junto con las fuentes, uno de los pocos vestigios de intervención arquitectónica en la propia sierra. Hay numerosas rutas que llegan hasta estas construcciones, las cuales están en general algo abandonadas, si bien en algunas de ellas se han llevado a cabo labores mínimas de conservación, generalmente por los propios casavejanos más longevos, quien sabe si como agradecimiento al refugio que obtuvieran en su día. Podemos citar los refugios de Majamel, los Poyales, las Tejadillas, la Vaqueriza o el Collado.

Refugio de los Poyales